Suele suceder que aquel que nació en el ámbito de la pobreza, estudia, se esfuerza por mejorar y aprovecha todas las oportunidades que se le presentan o él mismo las fabrica para llegar adonde quiere. En contrapartida, ocurre que el que nació en un hogar sin preocupaciones económicas, rodeado de riquezas, que no conoce lo que significa el esfuerzo a veces dilapida su futuro y se extravía en la mediocridad. Del mismo modo, hay provincias que no han sido muy favorecidas por la naturaleza, y lo poco que tienen, lo maquillan, generan una infraestructura, y lo explotan convenientemente. Hay otras, que se asemejan al paraíso, pero sus gobernantes no son conscientes de ello y desaprovechan sus dones o los destruyen o simplemente permanecen indiferentes.

Algo parecido sucede con la soñada ruta 352 que comenzó a hacerse realidad en agosto de 2013, cuando se anunció que faltaban apenas ocho kilómetros para concluir la apertura de la traza que uniría Colalao del Valle con Hualinchay (a 18 km de San Pedro de Colalao). Faltaban entonces construir obras de ingeniería, como el puente sobre el río Santa María y alcantarillas para escurrir el agua de las lluvias.

Tuvieron que transcurrir 25 años para que el proyecto comenzara a concretarse. La obra que se inició en 1988, se basó en un proyecto del ingeniero y ex diputado provincial, Jorge Ungherini, sin embargo, por razones de índole política los trabajos se paralizaron. En 2004, se anunció nuevamente la posibilidad de retomar la apertura de la traza, con el apoyo de la Nación. Finalmente, en febrero de 2012 se reiniciaron las obras.

La 352 estaba llamada a convertirse en la ruta tucumana de mayor altitud sobre el nivel del mar. En Abra Punta del Agua, pocos kilómetros antes de Lara (a 3.300 m), el camino se halla a 3.600 metros; a partir de allí comienza a descender, hasta llegar a Colalao del Valle, a 1.800 m. Mientras que el punto más elevado de la ruta N° 307, que conduce a El Mollar y a Tafí, es El Infiernillo, a 3.000 m sobre el nivel del mar.

La ruta N° 352 iba a traer muchos beneficios a las dos villas colaleñas, incluyendo a Hualinchay, Lara y poblaciones adyacentes. Probablemente, en San Pedro se incrementaría considerablemente la actividad comercial e inmobiliaria, y el crecimiento la obligaría a mejorar la infraestructura de servicios (gas, agua potable, servicio de ómnibus). Los tamberos de Trancas podrían vender la leche y otros productos en los Valles y otro tanto sucedería con los horticultores. Por el lado de Colalao, se verían favorecidas las bodegas, así como la producción de artesanías, dulces y nueces encontrarían otra salida. El Pichao, poblado ubicado a ocho kilómetros, donde hay vestigios de la cultura Cóndor Huasi, también se favorecería. También se vería favorecida Santa María de Catamarca, cuya economía está estrechamente unida a nuestra provincia.

Sin embargo, esta obra de importante envergadura quedó inconclusa y abandonada. En septiembre de 2017, el director provincial de Vialidad dijo que la repartición no disponía de fondos para mantener ni para continuar la ruta. ¿Cuáles serán las razones del abandono, pese a que se han invertido cuantiosos dineros y esfuerzo en abrir este camino? ¿Intereses creados? Lo cierto es que esta actitud muestra una vez más la carencia de una política de Estado en materia turística, así como la falta de visión de futuro de nuestros gobernantes.